Los Montpensier y la Real Sociedad Económica Sevillana de Amigos del País 2ªparte
Los Montpensier en Sevilla y su influencia
A aquella Sevilla caótica de la primera mitad del siglo XIX llegaron los duques de Montpensier, fijando su residencia en la capital el 7 de mayo de 1848. Entraron a la ciudad por la Puerta de la Carne con recibimientos de honor por los representantes de la Junta Directiva de aquel año, de la Real Sociedad Económica Sevillana Amigos del País y de la Ciudad de Sevilla.

En palabras del escritor público D. José Velázquez y Sánchez2, «salió para la villa de Alcalá de Guadaira una diputación del Ayuntamiento a cumplimentar a sus Altezas Reales, que venían acompañados por el jefe político y el capitán general desde Carmona; instalándose el cuerpo municipal en la Cruz del Campo, donde erigió una lujosa tienda de campaña con dos comparticiones, una de gabinete con tocador y otra para el servicio de un abundante refresco; teniendo a disposición de los Príncipes una elegante carretela, tirada por seis caballos de primorosos jaeces. La Srma. Sra. Princesa de Asturias mudó de traje en la tienda de campaña, aceptando el carruaje que se le ofrecía; poniéndose la comitiva en marcha al eco de la lucida orquesta del teatro de San Fernando, que ocupaba el exterior de la tienda y al estruendo de los repiques y salvas que anunciaban al vecindario la proximidad de los ilustres huéspedes. Los Duques penetraron por la Ciudad por la Puerta Nueva, escoltados por un escuadrón del Regimiento del Infante, no bastando el cordón de tropa a contener al gentío… Los infantes salieron al balcón principal del Palacio Arzobispal recibiendo calurosas aclamaciones del pueblo…».
Tras instalarse en el Alcázar de Sevilla, promovieron algunas restauraciones y la compra de nuevos inmuebles. No solo se enamoraron de la ciudad y activaron su urbanización y desarrollo, también se integraron en sus costumbres, mitos y tradiciones, preocupándose por reinstaurar los hitos de la ciudad, perdidos por los infortunios históricos. Así, una vez en Sevilla, entraron en contacto con el ambiente más intelectual de la época. Por ello, el 25 de octubre de 1848 (Doc. 1) quedan registrados como socios en la institución Real Sociedad Económica Sevillana Amigos del País.
Es destacable que dicha institución se esforzaba por «fomentar la Agricultura, mejorar las Artes, Oficios e Industria, promover Comercio, Navegación e Instrucción pública celebrando con exposiciones generales, divulgando la cultura en todas sus ramas, orientando y estimulando el conocimiento de las letras, ciencias y artes, y siempre en beneficio de la Provincia» (Doc. 2). Fines estatuarios que encajaban a la perfección con la ideología montpensariana.
Durante su estancia en El Alcázar, los duques mostraron su interés en restaurar un modesto edificio cercano: el antiguo Colegio Naútico de San Telmo, convertido en su nuevo palacio por obra de Balbino Marrón, arquitecto de cabecera y socio residente número 184 de la Real Sociedad Económica Sevillana Amigos del País desde el 25 de noviembre de 1846.
Su decoración interior corrió a cargo de Antonio Cabral Bejarano4, pintor romántico y costumbrista -socio de la Real Sociedad Económica Sevillana Amigos del País inscrito con el número de socio 56 de antigüedad y nombrado de Mérito el 30 de mayo de 1838-, Gabriel de Astorga5, – socio de Mérito de la Real Sociedad Económica Sevillana Amigos del País con número 60 e inscrito el 3 de Junio de 1843 (Doc. 3. y 4)- Juan Bautista Vivali, Víctor Grandin y Enrique Bugnot.
La presencia del matrimonio en Sevilla convirtió la ciudad en una segunda corte de España, adaptada al estilo europeo, aunque celosa guardiana de sus tradiciones6. Los Montpensier actuaron como catalizadores de nuevas iniciativas, incorporándolas así a su propio ideario sociopolítico, un proyecto síntesis entre tradición y modernidad, teñida de romanticismo y de evocaciones orientalistas.
El principal reto de Don Antonio de Orleans fue conjugar pasado y futuro, tradición y progreso con el evidente designio de presentar su pequeña corte andaluza como un modelo de armonía y equilibrio. Encontró eco de una burguesía agraria que protagonizó una auténtica revolución en las técnicas tradicionales de cultivo, así como una ciudad que acogió con entusiasmo innovaciones como la fotografía, la arquitectura en hierro o el ferrocarril.
Comenzó entonces una revolución de las costumbres de la ciudad en las que los duques se mostraban en público continuamente, convirtiéndose rápidamente en referentes para la sociedad sevillana, fijando normas que iban desde la decoración de interiores, la introducción del comercio de lujo o la popularización de prácticas casi desconocidas hasta entonces, como el veraneo.
En los años treinta del siglo XIX, la vida social sevillana se reducía a las tertulias y a los paseos recién creados por el asistente Arjona. El teatro más importante fue el Teatro Principal en la calle Muela, más próximo a un viejo corral de comedias que a un moderno establecimiento. En 1833 su estado era tan precario que hubo de ser reconstruido, pero la crisis de cólera y la competencia de otros pequeños establecimientos le impidieron consolidarse como el gran teatro sevillano.
En 1847 abrió sus puertas el teatro de San Fernando que iba a galvanizar la vida de la sociedad sevillana durante más de 50 años. Su decoración interior corrió a cargo del socio número 56 – De Mérito- de la Real Sociedad Económica Sevillana Amigos del País, el pintor Antonio Moreno Mengíbar. Incluía en el primer piso un café al gusto moderno, comparable a los de Madrid, donde se celebraban fiestas y reuniones a la vez que servía como casino, lo que contribuyó a dar un brillo nuevo a la vida social de la ciudad.
Posteriormente, en 1859, con extremo lujo, abrió el café fonda Pasaje de Oriente y La Campana, propiedad de los hermanos Tena. Así, el teatro, el casino y el café comenzaron a formar parte del circuito de la aristocracia local, incluidos los propios duques de Montpensier(7).
En pocos años Sevilla vivió una profunda mutación de sus costumbres, en parte orientadas a ese pequeño sector de la sociedad más pudiente y sofisticado. Junto al comercio de lujo, la salud y educación física, también encontraron un hueco en la ciudad. Los mismos duques de Montpensier hicieron construir un picadero y un gimnasio para sus hijos en los jardines de San Telmo
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No hay que olvidar el papel de la mujer en la sociedad; ya en la institución de la Real Sociedad Sevillana Amigos del País quedaba constancia de la presencia de la mujer para el desarrollo y promoción social, desde su creación en 1775 hasta hoy en día.
Las mujeres fueron miembros activos en la vida de esta institución como socias, integrantes de las distintas juntas y comisiones e inspiradoras de iniciativas, también como beneficiarias de una serie de realizaciones educativas y sociales.
Ya en 1821 aparecen en las Actas de la Sociedad los nombres de varias socias de número: Dña. Petra Alcántara de la Barrera, Doña Carlota y Dña. María Saavedra y Doña Mª del Rosario de la Barrera. En el anexo de este artículo pueden observar que en las páginas 11 y 12 del «Catálogo de los Señores Individuos que componen la Real Sociedad Económica Sevillana Amigos del País» el 25 de octubre de 1848, SS.AA. la Infanta Dña. Mª Luisa Fernanda, duquesa de Montpensier, socia de mérito número 210.
Con una ciudad totalmente renovada y reactivada, finalmente, el aislamiento provinciano de Sevilla se rompió con la llegada del ferrocarril, consagrándose de nuevo como una gran ciudad turística habituada a la llegada de grandes ilustres, en especial miembros de casas reales europeas atraídos por la pequeña corte Montpensier.
Se generó entonces un ambiente de sofisticación internacional único, alojándose en las instancias de San Telmo y agasajados por los infantes con inhóspitas recepciones. Visitaban los principales monumentos y espectáculos típicos, alternando bailes en sociedad con grandes eventos privados.
La apoteosis de «lo típico» tenía lugar en La Feria. Una carta del poeta y diplomático Juan de Valera a su amigo Serafín Esteban Calderón, fechada el 10 de mayo de 1851 describe:
«Había en la Feria el más alegre bullicio que imaginarse puede; gente de toda la Andalucía, vestida con el traje típico del país, gitanos, ingleses, majos y niñas de feria…; muchas de las principales señoritas de la ciudad salieron vestidas a lo majo, luciendo la gentileza y la buena disposición de los cuerpecitos graciosos; las que no, iban todas con mantilla y en el modo de andar, contoneo airoso, modales, manejo del abanico, esgrimir de miradas e inimitable desenvoltura, dando a conocer a tiro de ballesta que eran hijas de la Tierra de María Santísima».

Baile en una caseta de feria. 1860. Cabral Bejarano.
La explotación de ese «tipiquismo» acabó fomentando una imagen costumbrista a las cortes europeas, sin duda aprovechada por las instituciones españolas y andaluzas. La combinación de las solemnidad de la Semana Santa con las alegrías de la Feria, se acabó convirtiendo en las «Fiestas de La Primavera, dotando a Sevilla de un poderoso atractivo turístico que perdura hoy en día.
Muchos visitantes venían atraídos por las tradicionales corridas de toros, las carreras de caballo y los conciertos nocturnos al aire libre en las Plazas Nueva y del Duque. Además, a finales de abril, todos los años, el Duque de Montpensier abría al público sus jardines de San Telmo.

Anotaciones
5 Gabriel Astorga y Miranda, fue un escultor español especializado en imaginería religiosa. Era hijo de Juan de Astorga.
6 La Sevilla de Montpensier. Fundación FOCUS, 1997.
7 El Porvenir, 25 de enero de 1854.
8 La lista de benefactores a este fin la iniciaban Montpensier, con 6.000 reales, la reina María Amelia con 4.000 reales y los príncipes de Joinville con 2.000 reales. El Porvenir, 10 de mayo de 1845.